¡Alarma, alarma! ¿Dónde están los líderes?

Pobre humanidad, que descubre lo importantes que son los líderes cuando no están para demostrarlo. Merkel, el Papa Francisco… ¿alguno más?

Pero no quiero yo hablar de política, prefiero hablar de líderes más mundanos, de los que tenemos a miles pero no son tan conocidos pese a que su labor es clave, pero más pequeña, para guiar cada ladrillo que hace pared. Líderes empresariales, personas que lideran grupos de personas y que tienen hoy encomendada la enorme labor de ayudarles a pasar con éxito esta amarga experiencia, procurando mantener el empleo para hacer posible su sustento y realización.

Lo primero que ha de saber un buen líder es que su labor no es un acto individual, no es un acto para uno mismo y del cual se deba esperar alabanza o gozo. Supone sacrificio propio y supone exigir sacrificio a los demás, que deben hacer su labor para que el equipo funcione perfectamente sincronizado, sabiendo que en tiempos de tempestad los errores y dilaciones pueden resultar letales.

Cuando la mar es calma y el sol brilla, cualquier tripulante puede parecer gran capitán, pero es cuando llega la tempestad cuando se selecciona al capitán, no por su simpatía, no por sus gracias, no por su físico… sino por la creencia de que, con él, el barco llegará a buen puerto o, al menos, tendrá más posibilidades de lograrlo.

No creo que el líder se haga en la tormenta, pero sí se selecciona y se separa la paja del trigo. Y es cuando cada uno debe tomar la decisión de si quiere ser un gran capitán o un remero de bote. Y esta decisión es importante, pues, como indicaba antes, la exigencia empieza por uno mismo. Para que la tripulación te obedezca, tu comportamiento ha de ser ejemplar.

El equipo ha de respetarte siempre por tu “auctoritas”, nunca por la “potestas”, pues bajo  circunstancias excepcionales, el pánico hace perder el respeto, los ateos rezan y las normas naturales se imponen a las elaboradas. El líder ha de hacer que el equipo le siga y, si su ejemplaridad no le dio autoridad moral, poco podrá hacer en la tempestad para lograr que su tripulación mantenga la fe y el orden.

El líder puede o debe compartir la toma de decisiones, pedir opiniones y escuchar, para luego tomar la decisión. No existe la democracia en el liderazgo, existe el equipo, el respeto, la comunicación, la consulta, pero las decisiones competen al líder y ha de tomarlas con todo el peso y responsabilidad que ello conlleva. Escuchando y haciéndose escuchar.

Esto que acabo de afirmar suena algo duro, pero es así; y la clave para que funcione y equilibre es la humildad. El líder debe ser humilde, debe trabajar continuamente la humildad, y esta virtud es tan esencial como alarmantemente ausente en muchos líderes.

Lo que uno dice es importante, pero lo realmente relevante es lo que hace, y esto es imprescindible para el líder empresarial. En estos momentos de temporal se ha de hablar con el equipo y trasmitir, pero, sobre todo, se debe hacer, se debe mostrar y se debe guiar.

Prohibidas proclamas de optimismo sin contenido, salvo que dirijas niños inmaduros y quieras que sigan siéndolo. Hay que dar contenido. En todas las conversaciones mantén un objetivo a trasmitir, valora tu tiempo y el de los demás.

Por todo ello, la ejemplaridad, la perseverancia y la coherencia marcarán realmente el rumbo que siga el barco, cuya tripulación seguirá en busca de la tranquilidad que todos ansían.

Y la tormenta pasará, pues no hay mal que cien años dure, aunque se lleve por delante jarcias y miembros, pero si conseguimos mantener nuestro barco a flote, podremos restaurarlo y seguir rumbo a nuevo puerto. Y permitir que la empresa sea ese elemento clave en una sociedad libre, donde las personas eligen su camino.

Artículo publicado en La Verdad el 27 de abril de 2020

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